Todas las personas experimentan frustración a lo largo de su vida: porque no consiguen la nota que querían en un examen, porque una pareja los rechaza o porque no se pueden comprar el coche que desean.
Los infantes, ya de pequeños, se encuentran con frustraciones, es decir, con la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo. En esta etapa, los niños y niñas suelen pensar que el mundo gira a su alrededor, que lo merecen todo y que consiguen lo que quieren en el momento que lo piden. Es entonces cuando es necesario empezar a enseñarles a tolerar la frustración.
Intentar complacer siempre a nuestros hijos y evitar que se sientan frustrados ante cualquier situación no favorecerá su desarrollo integral como persona. Así pues, ¿qué podemos hacer para ayudar a los niños a tolerar la frustración?
En primer lugar, es conveniente que los padres y madres demos ejemplo. Nuestra actitud a la hora de afrontar situaciones adversas es el mejor ejemplo para que los hijos aprendan a solucionar problemas, puesto que ellos imitan nuestro comportamiento de forma innata. Debemos intentar, pues, mantener la calma cuando se nos presente alguna adversidad y reflexionar sobre alternativas de solución ante los problemas.
Por otro lado, procuremos no ceder ante las rabietas. Muy a menudo las frustraciones de los hijos derivan en berrinches para conseguir lo que quieren. Las personas adultas debemos mantener la serenidad en estos momentos aunque resulte complicado, ya que si les damos lo que queremos reforzaremos su rabia. Hay que ignorar sus llamadas de atención, prosiguiendo con la tarea que estábamos realizando en ese momento y dejarle claro al niño o niña que no le haremos caso hasta que no pare de gritar o llorar. Una técnica útil es el tiempo fuera: alejar al niño temporalmente y llevarlo a un espacio donde no haya juegos ni compañía.
Establecer límites y normas también permitirá educar a los hijos/as para la vida adulta. Podemos consensuar las normas y explicarles el motivo de cada una, escribirlas y/o dibujarlas en un cartel y dejar claras las consecuencias del incumplimiento de cada regla. En contraposición, es importante valorar los esfuerzos de los niños en las tareas diarias, acentuando lo que hacen bien y rechazando sus errores y equivocaciones, o en cualquier caso convirtiendo cada error en un aprendizaje.
La frustración forma parte de la vida, así que aprender a tolerarla lo antes posible facilitará que los niños se enfrenten con éxito a las experiencias vitales.